El equipo dirigido por Santiago Cardelli le ganó con absoluta justicia a Huracán de Carlos Casares 22-7 y consiguió su lugar en la final de la Copa Ombú impulsada por la Unión de Rugby del Oeste de Buenos Aires. Enfrentará en Junín a Estudiantes de Olavarría (venció a Miuras 19-17), probablemente el sábado próximo, en la víspera de las elecciones.
 
En dos tiempos claramente opuestos, con dos rostros diferentes, tal vez con el beneficio del viento primero y con el castigo después, Estudiantes mostró lo que es capaz de hacer. En las buenas y en las malas.
 
En esos primeros 40 minutos hubo coincidencia: el equipo entendió el mensaje de presión, recuperación y definición. A partir de una buena obtención y pelotas claras, y frescas de los backs, el local construyó su plan perfecto y demolió la defensa de Huracán.Ya en 12 minutos dispuso de la primera situación clara, que Joaco Freyle no desaprovechó. Oportunidad a los palos y penal acertado para el 3-0.
 
Dos minutos después, empujado por ese ánimo ganador, llegó el try de Nazareno Calzada, convertido por el apertura local, para llevar a 10-0 la diferencia.
 
Estudiantes estaba en ritmo. El pack se mostraba sólido y daba las garantías para progresar con la formación; en los scrums no había conductas antidisciplinarias y todo parecía ir por el carril correcto. Esteban Gutiérrez tomaba la lanza y lo intentaba una y otra vez; Lautaro Loyola se mostraba en sintonía y el juego se movía al 'tempo' del local.Hasta que Huracán abordó el plan alternativo: ensuciar la pelea en la pelota suelta y generar reacciones para desenfocar al local. Así Bernardo Tomaso fue a descansar diez minutos por una amarilla tras una reacción luego de un contra ruck.Con uno de menos, el Celeste fue a buscar algo más sabiendo que los 40 finales podrían hacerse cuesta arriba. Y lo consiguió con un bonito try de Iván Farrel Aristoy, quien tras un slalom de unos 30 metros se tiró al ingoal visitante para que todos festejen. Una bella perla para contraponer a una tarde oscura.
 
Sobre el cierre, subido a ese tren de la alegría, el local golpeó por tercera vez en la tarde por intermedio de Matías Dolz, sellado perfectamente por Freyle para ir al descanso 22-0.
 
En la reanudación y ya con 15, Estudiantes tuvo que doblar esfuerzos. La energía no era la misma del comienzo y esta vez Huracán llevó en cada uno de sus avances la complicidad del viento de cola.
 
En apenas cinco minutos, y con un equipo local desgastado, el visitante descontó con un try de Guillermo Stocker convertido por Ramiro Moñagorri.Quedaban 35 minutos netos por delante. Y en ese tiempo todo podía pasar. Cardelli metió gordos frescos para reforzar el pack, y poco a poco crecieron las figuras de Maxi Pizzamiglio y Lautaro Loyola, comandantes de este equipo que atrás había dejado cuarenta minutos de muy buen rugby.Huracán propuso más que nada jugar corto de manos y abrir la pelota para sacar provecho de la velocidad de sus wings.
 
La desprolijidad en el final de la fase, con pelotas mal dadas o malas decisiones para vulnerar los flancos locales, terminó por frustrar a todo un equipo. Estudiantes bancó bien esa mala energía, ese descontrol de juego convertido en anarquía, y con mucho más coraje que otra cosa salió del relajo. Casi siempre ganó en los rucks, la obtención comenzó a mejorar y la sensación de victoria se hizo cada vez más notoria. 
 
El último pitazo del árbitro pintó el lienzo con hombres de Celeste con brazos arriba y la felicidad mezclada con desahogo, el maridaje perfecto de la tarde de la clasificación a la pelea por el título.
 
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