En este 2020 se cumplirán 25 años de la travesía de Estudiantes en el TNA.
 
Los aventureros salen al mar en barcos averiados y reparados  tras el castigo del paso de los años. Los mueve el derecho de buscar respuestas impulsados por pasiones sin saber qué dirá ese océano profundo temerario. Pero en la génesis de ellos está el ir a descubrir esas cosas, destapar esos secretos pasionales. Se transforma, en todo caso, en una cuestión de vida o muerte, en un lanzamiento al vacío.
 
En 1995, y después de una muy buena experiencia en la Liga B, Estudiantes de Santa Rosa empezó a entender que la manera de trascender deportivamente estaba en esferas superiores. Otros presupuestos, nuevos jugadores y contratos, históricas visitas y la televisión de por medio. Santa Rosa iba a tener, así, su representante deportivo nacional en el TNA.
 
El viernes 8 de septiembre de 1995 el club de la calle Moreno rompió el molde. Y anunció, a través de su presidente de entonces Alberto Pessio, la participación del equipo de primera en el TNA 95/96. El capitán de ese barco fue empujado a la marea por el subcapitán, Agustín Pérez Issa, y los marineros Julio Tamborini, Roberto Nevares, Héctor Turco Fernández, Juan Carril y José Torres, entre otros, todos de la subcomisión de básquet. Todos embarcados en un mismo sueño desde una provincia navegada por el silencio del viejo mar, como dijo Nervi y cantó Cortéz.
 
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Las metas
 
Tras un muy buen torneo de Liga B, la tercera categoría en el país, Estudiantes inició un proceso de reestructuración denominado TNA 94/95. Roberto  Volpi, un gran entrenador, de una escuela rígida, de mucho trabajo y seriedad, llegó de Ateneo Popular de Versailles para iniciar la sucesión de Oscar Brúa.
 
“Queremos un técnico que realice un trabajo a largo plazo, que nuestros jugadores tengan participación, que presente un proyecto integral, que no sea solamente para el equipo de Primera. No queremos campeonar, lo importante será continuar por el camino que nos hemos trazado”, había afirmado Julito Tamborini en el lanzamiento del proyecto.
 
En la B Estudiantes había clasificado al cuadrangular final por el ascenso al TNA. Y pese a no haber conseguido el pasaje deportivo directo,  por su participación en esa instancia recibió la invitación de la Asociación de Clubes (AdC) para jugar en la segunda división del básquet argentino.
 
El básquet fue para la ciudad lo que Santa Rosa para el básquet. Esa simbiosis pasional, de real impacto mediático en tiempos sin Instagram ni twitter, se convirtió en muletilla en las transmisiones radiales, titulares de diarios y espacios de tele, benévolos en las crónicas al comienzo de esa primera experiencia, duros en pleno desarrollo, y lapidarios en el final. Todos sabían de básquet.  O creían.
 
La franquicia
 
Días antes de la conferencia de prensa del lanzamiento del proyecto se adquirió la franquicia de El Tala de San Francisco, Córdoba, en U$S 30.000 para jugar en la segunda categoría nacional. Una cifra elevada pero prácticamente amortizable con casi la totalidad de ingresos por derechos de televisión.
 
En esa primera experiencia Estudiantes formó parte de la Zona Sur junto a Independiente de Neuquén, Estudiantes de Olavarría, Ateneo Popular de Versailles, Siderca de Campana, Gimnasia y Esgrima de La Plata, y dos históricos del básquet metropolitano: Deportivo San Andrés y Obras Sanitarias.
 
Volpi eligió para darle vida al sueño a Cristina Bernard, Iván Alejandro Castelli, Gustavo Roque Fernández, Germán Género, Daniel Sampedro, Cristian Sánchez, Hernán Trentini y Javin Johnson, hermano de Melvin, histórico extranjero de Sportivo Independiente de General Pico y tal vez uno de los más grandes jugadores foráneos que jugó en Liga Nacional. Ese plantel Celeste se completó con los chicos de casa: Manuel Carrizo, Lucas Garayo, Lucas López, Agustín y Nicolás Perez, y Lucas Tempesta.
 
Debut auspicioso
 
El esperado debut llegó de visitante. Muchos santarroseños viajaron hasta Junín, parada de la primera cita el viernes 13 de octubre de 1995. Ciclista Juninense, otro con historia, apareció en el camino. Y el resultado no pudo ser mejor: victoria 94-84.
 
El equipo tenía dos premisas básicas: intentar asfixiar en defensa para tener el balón y correr para anotar rápido. Enorme partido del cordobés Gustavo Roque Fernández, quien acabó con 22 puntos y fue la figura en una noche de muy buenas actuaciones individuales y colectivas (Castelli, 16; Johnson, 19; y Sánchez, 17).
 
En la presentación de local, el viernes 20 de octubre, ante un gimnasio repleto, Estudiantes sumó su segundo éxito, esta vez sobre Estudiantes de Olavarría, por 93-83. Kily Sánchez estuvo encendido  y acabó con 25 puntos y la ovación de todo el estadio.
 
Ese primer año del TNA terminó con muy buen balance. El Cele finalizó en la séptima posición tras ser eliminado en playoff por Estudiantes de Olavarría que consolidó su trabajo con figuras como Diego Maggi, Pedro Casermeiro, Edgar Merchant, Mario Romay y Ronald Houston. En la campaña de esa temporada, que tuvo como campeón a Obras Sanitarias, El equipo de la Ciudad jugó 35 partidos en 7 meses de competencia tras recorrer 35.000 km.
 
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Con experiencia
 
La visión dirigencial no solo apuntó al deporte profesionalizado. También se realizaron campus, se fortaleció el trabajo en las categorías formativas y se programó un sistema de aportes publicitarios para gestionar la aventura, donde organismos estatales y empresas privadas fueran de la mano. Con la pantalla de TyC Sports y una correcta gestión financiera, todo se hizo sencillo.  
 
La subcomisión supo amalgamar cultura y deporte con la pasión. De esta manera pasaron por el Coliseo Celeste estrellas de primer nivel como Joan Manuel Serrat, Julio Bocca, Sandro, Sergio Denis y Enrique Pinti entre otros.
 
Este proceso de aventuras había comenzado en 1993 (con el impulso y contagio de las buenas participaciones de Pico FBC e Independiente en Liga Nacional) en la Liga C. Y se prolongó por 15 años, hasta 2008.
 
En el TNA Estudiantes estuvo seis temporadas consecutivas hasta que en 2001, ajustado por la situación económica, decidió vender la plaza a Conarpesa de Puerto Madryn. El patrimonio institucional primero que nada.
 
Surgió la Unión de Clubes, una alianza de dirigentes pasionales de Estudiantes y All Boys, para intervenir en la Liga B. La experiencia duró dos temporadas: 2002 y 2002/03. A partir de 2003/04 la alianza se disolvió y fue solo Estudiantes el que continuó en la Liga B por cinco temporadas más, hasta 2008.
 
La llama interior del básquet profesional para una entidad emblema de la ciudad y la provincia, se apagó. El gran barco en altamar empezó a quedarse sin tripulantes y sortear en soledades las amenazas del océano, empezó a ser una opción demasiado riesgosa.
 
Miles de historias se escribieron. Algunos, hasta siguen picando balones por el mundo; otros, transmitiendo enseñanzas y muchos, los que aman el deporte, intentando que esta aventura, como si fuese otro viaje de Julio Verne, se transmita de generación en generación. Cada cinco, diez o veinticinco años.
 
Nota: El Diario.

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